jueves, abril 16, 2015

Via Lucis

Cómo rezar el Via Lucis

Para rezar el Via Lucis, en que compartimos con Jesús la alegría de su Resurrección, proponemos un esquema similar al que utilizamos para rezar el Via Crucis:
  • Enunciado de la estación;
  • Presentación o monición que encuadra la escena;
  • Texto evangélico correspondiente, con la cita de los lugares paralelos (en las dos últimas estaciones hemos tomado el texto de los Hechos de los Apóstoles);
  • Oración que pretende tener un tono de súplica

    Si se desea, después del enunciado de cada una de las estaciones, se puede decir:

    V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
    R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.
    V/ Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
    R/ Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.



    Nuestra disposición inicial

    Los acontecimientos del Via Crucis concluyen en un sepulcro, y dejan quizá en nuestro interior una imagen de fracaso. Pero ése no es el final. Jesús con su Resurrección triunfa sobre el pecado y sobre la muerte.

    Y, resucitado, dedicará nada menos que cuarenta días en devolver la fe y la esperanza a los suyos. Después los dejará diez días de reflexión - a modo de jornadas de retiro y oración - en torno a María para que reciban la fuerza del Espíritu que les capacite para cumplir la misión que El les ha confiado.

    En los encuentros de Jesús con los suyos, llenos de intimidad y de esperanza, el Señor parece jugar con ellos: aparece de improviso, donde y como menos se esperan, les llena de alegría y fe, y desaparece dejándoles de nuevo esperando. Pero después de su presencia viene la confianza firme, la paz que ya nadie podrá arrebatarles. Todo se ilumina de una luz nueva.

    El Via Lucis es el camino de la luz, del gozo y la alegría vividos con Cristo y gracias a Cristo resucitado. Vamos a vivir con los discípulos su alegría desbordante que sabe contagiar a todos. Vamos a dejarnos iluminar con la presencia y acción de Cristo resucitado que vive ya para siempre entre nosotros. Vamos a dejarnos llenar por el Espíritu Santo que vivifica el alma.



    Oración Preparatoria

    Señor Jesús, con tu Resurrección triunfaste sobre la muerte y vives para siempre comunicándonos la vida, la alegría, la esperanza firme.

    Tú que fortaleciste la fe de los apóstoles,
    de las mujeres y de tus discípulos enseñándolos a amar con obras, fortalece también nuestro espíritu vacilante,para que nos entreguemos de lleno a Ti.

    Queremos compartir contigo y con tu Madre Santísima la alegría de tu Resurrección gloriosa.

    Tú que nos has abierto el camino hacia el Padre, haz que, iluminados por el Espíritu Santo, gocemos un día de la gloria eterna.



    PRIMERA ESTACIÓN.
    ¡CRISTO VIVE!: ¡HA RESUCITADO!


    En la ciudad santa, Jerusalén, la noche va dejando paso al Primer Día de la semana. Es un amanecer glorioso, de alegría desbordante, porque Cristo ha vencido definitivamente a la muerte. ¡Cristo vive! ¡Aleluya!

    Del Evangelio según San Mateo 28, 1-7. (cf. Mc 16, 1-8; Lc, 24, 1-9; Jn 20, 1-2).

    Comentario

    En los sepulcros suele poner "aquí yace", en cambio en el de Jesús el epitafio no estaba escrito sino que lo dijeron los ángeles: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado" (Lc 24, 5-6).

    Cuando todo parece que está acabado, cuando la muerte parece haber dicho la última palabra, hay que proclamar llenos de gozo que Cristo vive, porque ha resucitado. Esa es la gran noticia, la gran verdad que da consistencia a nuestra fe, que llena de una alegría desbordante nuestra vida, y que se entrega a todos: "hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Noticia" (1 Pe 4, 6), porque Jesús abrió las puertas del cielo a los justos que murieron antes que Él.

    Cristo, que ha querido redimirnos dejándose clavar en un madero, entregándose plenamente por amor, ha vencido a la muerte. Su muerte redentora nos ha liberado del pecado, y ahora su resurrección gloriosa nos ha abierto el camino hacia el Padre.

    Oración

    Señor Jesús, hemos querido seguirte en los momentos difíciles de tu Pasión y Muerte, sin avergonzarnos de tu cruz redentora. Ahora queremos vivir contigo la verdadera alegría, la alegría que brota de un corazón enamorado y entregado, la alegría de la resurrección. Pero enséñanos a no huir de la cruz, porque antes del triunfo suele estar la tribulación. Y sólo tomando tu cruz podremos llenarnos de ese gozo que nunca acaba.


    SEGUNDA ESTACIÓN.
    EL ENCUENTRO CON MARÍA MAGDALENA.


    María Magdalena, va al frente de las mujeres que se dirigen al sepulcro para terminar de embalsamar el cuerpo de Jesús. Llora su ausencia porque ama, pero Jesús no se deja ganar en generosidad y sale a su encuentro.

    Del Evangelio según San Juan 20, 10-18 (cf. Mc 16, 9-11; Mt 28, 9-10).

    Comentario

    La Magdalena ama a Jesús, con un amor limpio y grande. Su amor está hecho de fortaleza y eficacia, como el de tantas mujeres que saben hacer de él entrega. María ha buscado al Maestro y la respuesta no se ha hecho esperar: el Señor reconoce su cariño sin fisuras, y pronuncia su nombre. Cristo nos llama por nuestros nombres, personalmente, porque nos ama a cada uno. Y a veces se oculta bajo la apariencia del hortelano, o de tantos hombres o mujeres que pasan, sin que nos demos cuenta, a nuestro lado.

    María Magdalena, una mujer, se va a convertir en la primera mensajera de la Resurrección: recibe el dulce encargo de anunciar a los apóstoles que Cristo ha resucitado.

    Oración

    Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, la tradición cristiana nos dice que la primera visita de tu Hijo resucitado fue a ti, no para fortalecer tu fe, que en ningún momento había decaído, sino para compartir contigo la alegría del triunfo. Nosotros te queremos pedir que, como María Magdalena, seamos testigos y mensajeros de la Resurrección de Jesucristo, viviendo contigo el gozo de no separarnos nunca del Señor.


    TERCERA ESTACIÓN.
    JESÚS SE APARECE A LAS MUJERES


    Las mujeres se ven desbordadas por los hechos: el sepulcro está vacío y un ángel les anuncia que Cristo vive. Y les hace un encargo: anunciadlo a los apóstoles. Pero la mayor alegría es ver a Jesús, que sale a su encuentro.

    Del Evangelio según San Mateo 28, 8-10.

    Comentario

    Las mujeres son las primeras en reaccionar ante la muerte de Jesús. Y obran con diligencia: su cariño es tan auténtico que no repara en respetos humanos, en el qué dirán. Cuando embalsamaron el cuerpo de Jesús lo tuvieron que hacer tan rápidamente que no pudieron terminar ese piadoso servicio al Maestro. Por eso, como han aprendido a querer, a hacer las cosas hasta el final, van a acabar su trabajo. Son valientes y generosas, porque aman con obras. Han echado fuera el sueño y la pereza y, antes de despuntar el día, ya se encaminan hacia el sepulcro. Hay dificultades objetivas: los soldados, la pesada piedra que cubre la estancia donde está colocado el Señor. Pero ellas no se asustan porque saben poner todo en manos de Dios.

    Oración

    Señor Jesús, danos la valentía de aquellas mujeres, su fortaleza interior para hacer frente a cualquier obstáculo. Que, a pesar de las dificultades, interiores o exteriores, sepamos confiar y no nos dejemos vencer por la tristeza o el desaliento, que nuestro único móvil sea el amor, el ponernos a tu servicio porque, como aquellas mujeres, y las buenas mujeres de todos los tiempos, queremos estar, desde el silencio, al servicio de los demás.


    CUARTA ESTACIÓN.
    LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL SEPULCRO DE CRISTO


    Para ratificar la resurrección de Cristo, Dios permitió que hubiera unos testigos especiales: los soldados puestos por los príncipes de los sacerdotes, precisamente para evitar que hubiera un engaño.

    Del Evangelio según San Mateo 28, 11-15.

    Comentario

    Los enemigos de Cristo quisieron cerciorarse de que su cuerpo no pudiera ser robado por sus discípulos y, para ello, aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y montando la guardia. Y son precisamente ellos quienes contaron lo ocurrido. Qué acertado es el comentario de un Padre de la Iglesia cuando dice a los soldados: "Si dormíais ¿por qué sabéis que lo han robado?, y si los habéis visto, ¿por qué no se lo habéis impedido?". Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.

    En lugar de creer, los sumos sacerdotes y los ancianos quieren ocultar el acontecimiento de la Resurrección y, con dinero, compran a los soldados, porque la verdad no les interesa cuando es contraria a lo que ellos piensan.

    Oración

    Señor Jesús, danos la limpieza de corazón y la claridad de mente para reconocer la verdad. Que nunca negociemos con la ella para ocultar nuestras flaquezas, nuestra falta de entrega, que nunca sirvamos a la mentira, para sacar adelante nuestros intereses. Que te reconozcamos, Señor, como la Verdad de nuestra vida.


    QUINTA ESTACIÓN.
    PEDRO Y JUAN CONTEMPLAN EL SEPULCRO VACÍO


    Los apóstoles han recibido con desconfianza la noticia que les han dado las mujeres. Están confusos, pero el amor puede más. Por eso Pedro y Juan se acercan al sepulcro con la rapidez de su esperanza.

    Del Evangelio según San Juan 20, 3-10 (cf. Lc 24, 12).

    Comentario

    Pedro y Juan son los primeros apóstoles en ir al sepulcro. Han llegado corriendo, con el alma esperanzada y el corazón latiendo fuerte. Y comprueban que todo es como les han dicho las mujeres. Hasta los más pequeños detalles de cómo estaba el sudario quedan grabados en su interior, y reflejados en la Escritura. Cristo ha vencido a la muerte, y no es una vana ilusión: es un hecho de la historia, que va a cambiar la historia. Después de este hecho, el Señor saldría al encuentro de Pedro, como expresión de la delicadeza de su amor; y así, el que llegaría a ser Cabeza de los Apóstoles, y tendría que confirmarlos en la fe, recibió una visita personal de Jesús. Así nos lo cuenta Pablo y Lucas: "[Cristo] se apareció a Cefas y luego a los Doce" (1 Cor 15, 5; cf. Lc 24, 34).

    Oración

    Señor Jesús, también nosotros como Pedro y Juan, necesitamos encaminarnos hacia Ti, sin dejarlo para después. Por eso te pedimos ese impulso interior para responder con prontitud a lo que puedas querer de nosotros. Que sepamos escuchar a los que nos hablan en tu nombre para que corramos con esperanza a buscarte.


    SEXTA ESTACIÓN.
    JESÚS EN EL CENÁCULO MUESTRA SUS LLAGAS A LOS APÓSTOLES


    Los discípulos están en el Cenáculo, el lugar donde fue la Última Cena. Temerosos y desesperanzados, comentan los sucesos ocurridos. Es entonces cuando Jesús se presenta en medio de ellos, y el miedo da paso a la paz.

    Del Evangelio según San Lucas 24, 36-43 (cf. Mc 16, 14-18; Jn, 20, 19-23).

    Comentario

    Cristo resucitado es el mismo Jesús que nació en Belén y trabajó durante años en Nazaret, el mismo que recorrió los caminos de Palestina predicando y haciendo milagros, el mismo que lavó los pies a sus discípulos y se entregó a sus enemigos para morir en la Cruz. Jesucristo, el Señor que es verdadero Dios y hombre verdadero. Pero los apóstoles apenas pueden creerlo: están asustados, temerosos de correr su misma suerte. Es entonces cuando se presenta en medio de ellos, y les muestra sus llagas como trofeo, la señal de su victoria sobre la muerte y el pecado. Con ellas nos ha rescatado. Han sido el precio de nuestra redención. No es un fantasma. Es verdaderamente el mismo Jesús que los eligió como amigos, y ahora come con ellos. El Señor, que se ha encarnado por nosotros, nos quiere mostrar, aún más explícitamente, que la materia no es algo malo, sino que ha sido transformada porque Jesús la ha asumido.

    Oración

    Señor Jesús, danos la fe y la confianza para descubrirte en todo momento, incluso cuando no te esperamos. Que seas para nosotros no una figura lejana que existió en la historia, sino que, vivo y presente entre nosotros, ilumines nuestro camino en esta vida y, después, transformes nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el tuyo.


    SÉPTIMA ESTACIÓN.
    EN EL CAMINO DE EMAÚS


    Esa misma tarde dos discípulos vuelven desilusionados a sus casas. Pero un caminante les devuelve esperanza. Sus corazones vibran de gozo con su compañía, sin embargo sólo se les abren los ojos al verlo partir el pan.

    Del Evangelio según San Lucas 24, 13-32

    Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día a una aldea llamada Emaús (...). Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo (...) Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a Él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, Él les hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: "Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída". Y entró para quedarse con ellos.

    Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?"

    (cf. Mc 16, 12-13)

    Comentario

    Los de Emaús se iban tristes y desesperanzados: como tantos hombres y mujeres que ven con perplejidad cómo las cosas no salen según habían previsto. No acaban de confiar en el Señor. Sin embargo Cristo "se viste de caminante" para iluminar sus pasos decepcionados, para recuperar su esperanza. Y mientras les explica las Escrituras, su corazón, sin terminar de entender, se llena de luz, "arde" de fe, alegría y amor. Hasta que, puestos a la mesa, Jesús parte el pan y se les abren la mente y el corazón. Y descubren que era el Señor. Nosotros comprendemos con ellos que Jesús nos va acompañando en nuestro camino diario para encaminarnos a la Eucaristía: para escuchar su Palabra y compartir el Pan.

    Oración

    Señor Jesús, ¡cuántas veces estamos de vuelta de todo y de todos! ¡tantas veces estamos desengañados y tristes! Ayúdanos a descubrirte en el camino de la vida, en la lectura de tu Palabra y en la celebración de la Eucaristía, donde te ofreces a nosotros como alimento cotidiano. Que siempre nos lleve a Ti, Señor, un deseo ardiente de encontrarte también en los hermanos.


    OCTAVA ESTACIÓN.
    JESÚS DA A LOS APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR LOS PECADOS.


    Jesús se presenta ante sus discípulos. Y el temor de un primer momento da paso a la alegría. Va a ser entonces cuando el Señor les dará el poder de perdonar los pecados, de ofrecer a los hombres la misericordia de Dios.

    Del Evangelio según San Juan 20, 19-23 (cf. Mc 16, 14; Lc 24, 36-45).

    Comentario

    Los apóstoles no han terminado de entender lo que ha ocurrido en estos días, pero eso no importa ahora, porque Cristo está otra vez junto a ellos. Vuelven a vivir la intimidad del amor, la cercanía del Maestro. Las puertas están cerradas por el miedo, y Él les va a ayudar a abrir de par en par su corazón para acoger a todo hombre. Durante la Última Cena les dio el poder de renovar su entrega por amor: el poder de celebrar el sacrificio de la Eucaristía. En estos momentos, les hace partícipes de la misericordia de Dios: el poder de perdonar los pecados. Los apóstoles, y con ellos todos los sacerdotes, han acogido este regalo precioso que Dios otorga al hombre: la capacidad de volver a la amistad con Dios después de haberlo abandonado por el pecado, la reconciliación.

    Oración

    Señor Jesús, que sepamos descubrir en los sacerdotes otros Cristos, porque has hecho de ellos los dispensadores de los misterios de Dios. Y, cuando nos alejemos de Ti por el pecado, ayúdanos a sentir la alegría profunda de tu misericordia en el sacramento de la Penitencia. Porque la Penitencia limpia el alma, devolviéndonos tu amistad, nos reconcilia con la Iglesia y nos ofrece la paz y serenidad de conciencia para reemprender con fuerza el combate cristiano.


    NOVENA ESTACIÓN.
    JESÚS FORTALECE LA FE DE TOMÁS.


    Tomás no estaba con los demás apóstoles en el primer encuentro con Jesús resucitado. Ellos le han contado su experiencia gozosa, pero no se ha dejado convencer. Por eso el Señor, ahora se dirige a él para confirmar su fe.

    Del Evangelio según San Juan 20, 26-29

    Comentario

    Tomás no se deja convencer por las palabras, por el testimonio de los demás apóstoles, y busca los hechos: ver y tocar. Jesús, que conoce tan íntimamente nuestro corazón, busca recuperar esa confianza que parece perdida. La fe es una gracia de Dios que nos lleva reconocerlo como Señor, que mueve nuestro corazón hacia Él, que nos abre los ojos del espíritu. La fe supera nuestras capacidades pero no es irracional, ni algo que se imponga contra nuestra libertad: es más bien una luz que ilumina nuestra existencia y nos ayuda y fortalece para reconocer la verdad y aprender a amarla. ¡Qué importante es estar pegados a Cristo, aunque no lo sintamos cerca, aunque no lo toquemos, aunque no lo veamos!

    Oración

    Señor Jesús, auméntanos la fe, la esperanza y el amor. Danos una fe fuerte y firme, llena de confianza. Te pedimos la humildad de creer sin ver, de esperar contra toda esperanza y de amar sin medida, con un corazón grande. Como dijiste al apóstol Tomás, queremos, aún sin ver, rendir nuestro juicio y abrazarnos con firmeza a tu palabra y al magisterio de la Iglesia que has instituido, para que tu Pueblo permanezca en la verdad que libera.


    DÉCIMA ESTACIÓN.
    JESÚS RESUCITADO EN EL LAGO DE GALILEA


    Los apóstoles han vuelto a su trabajo: a la pesca. Durante toda la noche se han esforzado, sin conseguir nada. Desde la orilla Jesús les invita a empezar de nuevo. Y la obediencia les otorga una muchedumbre de peces.

    Del Evangelio según San Juan 21, 1-6a

    En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar". Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo". Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?". Ellos contestaron: "No". Él les dice: "Echad la rea a la derecha de la barca y encontraréis". La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor".

    Comentario

    En los momentos de incertidumbre, los apóstoles se unen en el trabajo con Pedro. La barca de Pedro, el pescador de Galilea, es imagen de la Iglesia, cuyos miembros, a lo largo de la historia están llamados a poner por obra el mandato del Señor: "seréis pescadores de hombres". Pero no vale únicamente el esfuerzo humano, hay que contar con el Señor, fiándonos de su palabra, y echar las redes. En las circunstancias difíciles, cuando parece que humanamente se ha puesto todo por nuestra parte, es el momento de la confianza en Dios, de la fidelidad a la Iglesia, a su doctrina. El apostolado, la extensión del Reino, es fruto de la gracia de Dios y del esfuerzo y docilidad del hombre. Pero hay que saber descubrir a Jesús en la orilla, con esa mirada que afina el amor. Y Él nos premiará con frutos abundantes.

    Oración

    Señor Jesús, haz que nos sintamos orgullosos de estar subidos en la barca de Pedro, en la Iglesia. Que aprendamos a amarla y respetarla como madre. Enséñanos, Señor, a apoyarnos no sólo en nosotros mismos y en nuestra actividad, sino sobre todo en Ti. Que nunca te perdamos de vista, y sigamos siempre tus indicaciones, aunque nos parezcan difíciles o absurdas, porque sólo así recogeremos frutos abundantes que serán tuyos, no nuestros.


    UNDÉCIMA ESTACIÓN.
    JESÚS CONFIRMA A PEDRO EN EL AMOR


    Jesús ha cogido aparte a Pedro porque quiere preguntarle por su amor. Quiere ponerlo al frente de la naciente Iglesia. Pedro, pescador de Galilea, va a convertirse en el Pastor de los que siguen al Señor.

    Del Evangelio según San Juan 21, 15-19.

    Comentario

    Pedro, el impulsivo, el fogoso, queda a solas con el Señor. Y se siente avergonzado porque le ha fallado cuando más lo necesitaba. Pero Jesús no le reprocha su cobardía: el amor es más grande que todas nuestras miserias. Le lleva por el camino de renovar el amor, de recomenzar, porque nunca hay nada perdido. Las tres preguntas de Jesús son la mejor prueba de que Él sí es fiel a sus promesas, de que nunca abandona a los suyos: siempre está abierta, de par en par, la puerta de la esperanza para quien sabe amar. La respuesta de Cristo, Buen Pastor, es ponerle a él y a sus Sucesores al frente de la naciente Iglesia, para pastorear al Pueblo de Dios con la solicitud de un padre, de un maestro, de un hermano, de un servidor. Así, Pedro, el primer Papa, y luego sus sucesores son "el Siervo de los siervos de Dios".

    Oración

    Señor Jesús, que sepamos reaccionar antes nuestros pecados, que son traiciones a tu amistad, y volvamos a Ti respondiendo al amor con amor. Ayúdanos a estar muy unidos al sucesor de Pedro, al Santo Padre el Papa, con el apoyo eficaz que da la obediencia, porque es garantía de la unidad de la Iglesia y de la fidelidad al Evangelio.


    DUODÉCIMA ESTACIÓN.
    LA DESPEDIDA: JESÚS ENCARGA SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES


    Antes de dejar a sus discípulos el Señor les hace el encargo apostólico: la tarea de extender el Reino de Dios por todo el mundo, de hacer llegar a todos los rincones la Buena Noticia.

    Del Evangelio según San Mateo 28, 16-20. cf. Lc 24, 44-48.

    Comentario

    Los últimos días de Jesús en la tierra junto a sus discípulos debieron quedar muy grabados en sus mentes y en sus corazones. La intimidad de la amistad se ha ido concretando con la cercanía del resucitado, que les ha ayudado a saborear estos últimos instantes con Él. Pero el Señor pone en su horizonte toda la tarea que tienen por delante: "Id al mundo entero...". Ese es su testamento: hay que ponerse en camino para llevar a todos el mensaje que han visto y oído. Están por delante las tres grandes tareas de todo apóstol, de todo cristiano: predicar, hablar de Dios para que la gente crea; bautizar, hacer que las personas lleguen a ser hijos de Dios, que celebren los sacramentos; y vivir según el Evangelio, para parecerse cada día más a Jesús, el Maestro, el Señor.

    Oración

    Señor Jesús, que llenaste de esperanza a los apóstoles con el dulce mandato de predicar la Buena Nueva, dilata nuestro corazón para que crezca en nosotros el deseo de llevar al mundo, a cada hombre, a todo hombre, la alegría de tu Resurrección, para que así el mundo crea, y creyendo sea transformado a tu imagen.


    DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN
    JESÚS ASCIENDE AL CIELO


    Cumplida su misión entre los hombres, Jesús asciende al cielo. Ha salido del Padre, ahora vuelve al Padre y está sentado a su derecha. Cristo glorioso está en el cielo, y desde allí habrá de venir como Juez de vivos y muertos.

    De los Hechos de los Apóstoles 1, 9-11 (cf. Mc 16, 19-20; Lc 24, 50-53).

    Comentario

    Todos se han reunido para la despedida del Maestro. Sienten el dolor de la separación, pero el Señor les ha llenado de esperanza. Una esperanza firme: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Por eso los ángeles les sacan de esos primeros instantes de desconcierto, de "mirar al cielo". Es el momento de ponerse a trabajar, de emplearse a fondo para llevar el mensaje de alegría, la Buena Noticia, hasta los confines del mundo, porque contamos con la compañía de Jesús, que no nos abandona. Y no podemos perder un instante, porque el tiempo no es nuestro, sino de Dios, para quemarlo en su servicio.

    Jesucristo ha querido ir por delante de nosotros, para que vivamos con la ardiente esperanza de acompañarlo un día en su Reino. Y está sentado a la derecha del Padre, hasta que vuelva al final de los tiempos.

    Oración

    Señor Jesús, tu ascensión al cielo nos anuncia la gloria futura que has destinado para los que te aman. Haz, Señor, que la esperanza del cielo nos ayude a trabajar sin descanso aquí en la tierra. Que no permanezcamos nunca de brazos cruzados, sino que hagamos de nuestra vida una siembra continua de paz y de alegría.


    DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN
    LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS


    La promesa firme que Jesús ha hecho a sus discípulos es la de enviarles un Consolador. Cincuenta días después de la Resurrección, el Espíritu Santo se derrama sobre la Iglesia naciente para fortalecerla, confirmarla, santificarla.

    De los Hechos de los Apóstoles 2, 1-4

    Comentario

    Jesús, el Hijo de Dios, está ya en el cielo, pero ha prometido a sus amigos que no quedarán solos. Y fiel a la promesa, el Padre, por la oración de Jesús, envía al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Muy pegados a la Virgen, Madre de la Iglesia, reciben el Espíri tu Santo. Él es el que llena de luz la mente y de fuego el corazón de los discípulos para darles la fuerza y el impulso para predicar el Reino de Dios. Queda inaugurado el "tiempo de la Iglesia". A partir de este momento la Iglesia, que somos todos los bautizados, está en peregrinación por este mundo. El Espíritu Santo la guía a lo largo de la historia de la humanidad, pero también a lo largo de la propia historia personal de cada uno, hasta que un día participemos del gozo junto a Dios en el cielo.

    Oración

    Dios Espíritu Santo, Dulce Huésped del alma, Consolador y Santificador nuestro, inflama nuestro corazón, llena de luz nuestra mente para que te tratemos cada vez más y te conozcamos mejor. Derrama sobre nosotros el fuego de tu amor para que, transformados por tu fuerza, te pongamos en la entraña de nuestro ser y de nuestro obrar, y todo lo hagamos bajo tu impulso.

    ORACIÓN FINAL

    Señor y Dios nuestro,
    fuente de alegría y de esperanza,
    hemos vivido con tu Hijo los acontecimientos de su Resurrección y Ascensión hasta la venida del Espíritu Santo;
    haz que la contemplación de estos misterios nos llene de tu gracia y nos capacite
    para dar testimonio de Jesucristo
    en medio del mundo.

    Te pedimos por tu Santa Iglesia:
    que sea fiel reflejo
    de las huellas de Cristo en la historia y que, llena del Espíritu Santo,
    manifieste al mundo los tesoros de tu amor,
    santifique a tus fieles con los sacramentos y haga partícipes a todos los hombres
    de la resurrección eterna.
    Por Jesucristo nuestro Señor .
 http://es.catholic.net/op/articulos/15609/via-lucis.html?hc_location=ufi

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miércoles, abril 15, 2015

“Padre nuestro"

Según Jesús le relató a Maria Valtorta.

 Padre nuestro

Yo lo llamo "Padre". Es Padre del Verbo, Padre del Encarnado. Así quiero que lo llaméis vosotros, porque vosotros sois uno conmigo, si permanecéis en mí.
El hombre debía echarse rostro en tierra para exclamar, suspirando, envuelto en los temblores del miedo, la palabra "Dios". Quien no cree en mí y en mi palabra está todavía inmerso en este temblor paralizador... Observad lo que sucede en el Templo: no sólo Dios, sino incluso el recuerdo de Dios, están celados tras triple velo a los ojos de los fieles. Separaciones de espacio, separaciones con velos, todo se ha tomado y aplicado para decir al que ora: "Tú eres fango; Él, Luz. Tú, abyecto; El, Santo. Tú, esclavo; El, Rey".
-¡Mas ahora!... ¡Alzaos! ¡Acercaos! Yo soy el Sacerdote eterno, puedo tomaros de la mano y deciros: "Venid". Puedo descorrer el velo de Templo y abrir de par en par el inaccesible lugar que ha permanecido cerrado hasta ahora. ¿Y por qué cerrado?... Por la Culpa, sí; pero aún más clausurado por el pensamiento degradado de los hombres. ¿Por qué cerrado, si Dios es Amor, si Dios es Padre?... Yo puedo, debo, quiero elevaros al azul del cielo, no rebajaros al polvo; no que estéis lejanos, sino cerca; no como esclavos, sino como hijos que se reclinen sobre el pecho de Dios.
“¡Padre! ¡Padre!", decid. No os canséis de pronunciar esta palabra. ¿No sabéis que cada vez que la decís el Cielo resplandece por 1ª alegría de Dios? Aunque no expresarais otra palabra, diciendo ésta con verdadero amor ya haríais una oración grata al Señor. "¡Padre! ¡Padre mío!", dicen los pequeñuelos a sus padres. Ésta es la primera palabra que dicen: "Madre, padre". Pues vosotros sois los pequeñuelos de Dios. Yo os he generado: con mi amor he destruido el hombre viejo que erais, haciendo nacer así al hombre nuevo, al cristiano. Invocad, pues, al Padre santísimo que está en los cielos con la primera palabra que aprenden los niños.

“Santificado sea tu Nombre"

Es el Nombre más santo y tierno que existe. El terror del culpable os ha enseñado a celarlo bajo otro. No. Basta ya de decir "Adonaí", basta. Es Dios. Es ese Dios que en un exceso de amor ha creado a la Humanidad. La Humanidad, de ahora en adelante, purificados sus labios con el lavacro por mí preparado, llámelo por su Nombre, esperando a comprender con plenitud de sabiduría el verdadero significado de este incomprensible Nombre cuando, fundida con Él, en sus mejores hijos, sea elevada al Reino que he venido a instaurar.

“Venga tu Reino a la tierra como está en el Cielo"

Desead con todas vuestras fuerzas que venga; si viniera, la alegría habitaría la tierra. El Reino de Dios en los corazones, en las familias, en las gentes, en las naciones. Sufrid, trabajad, sacrificaos por este Reino. Sea la tierra espejo que refleje en las personas la vida del Cielo. Llegará. Un día llegará todo esto. Pero antes de que la tierra posea el Reino de Dios, han de venir siglos y siglos de lágrimas y sangre, de errores y persecuciones, de bruma rasgada por destellos de luz irradiados por el Faro místico de mi Iglesia (la cual, si bien es barca - y no será hundida - es también arrecife que resiste cualquier golpe de mar, y mantendrá alta la Luz, mi Luz, la Luz de Dios). Cuando esto llegue, será como la llamarada intensa de un astro que, alcanzada la perfección de su existencia, se disgrega, cual desmesurada flor de los jardines celestes, para exhalar, en un rutilante latido, su existencia y su amor a los pies de su Creador. Llegar, llegará; entonces comenzará el Reino perfecto, beato, eterno, del Cielo.

“Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo"

La propia voluntad se puede anular en la de otro sólo cuando se le llega a amar con perfección. La propia voluntad se puede anular en la de Dios sólo cuando se han alcanzado las virtudes teologales en forma heroica. En el Cielo - donde no hay defectos - se hace la voluntad de Dios. Sabed, vosotros, hijos del Cielo, hacer lo que en el Cielo se hace.

“Danos nuestro pan de cada día"

En el Cielo os nutriréis sólo de Dios. La beatitud será vuestro alimento. Mas aquí todavía tenéis necesidad de pan. Sois los párvulos de Dios; justo es entonces decir: "Padre, danos el pan".
¿Teméis no ser escuchados? ¡Oh, no! Considerad esto: si uno de vosotros tiene un amigo y ve que no tiene pan y debe dar de comer a otro amigo o pariente que ha llegado a su casa al final de la segunda vigilia, irá al primero y le dirá: "Amigo, préstame tres panes, porque tengo un huésped que ha venido ahora y no tengo que darle de comer", ¿podrá, acaso, oír como respuesta desde el otro lado de la puerta: "No me molestes, que ya he cerrado la puerta, la he trancado, y mis hijos duermen a mi lado; no puedo levantarme a darte lo que me pides"? No. Si es un verdadero amigo al que se ha dirigido, y si insiste, recibirá lo que pide. Lo recibiría incluso aunque el amigo fuera poco bueno, por su insistencia, porque aquel a quien se lo pidieran, con tal de que no le molestasen, se apresuraría a darle cuantos panes quisiera.
Pero vosotros, cuando dirigís vuestra oración al Padre, no os dirigís a un amigo de este mundo, sino al Amigo perfecto que es el Padre del Cielo. Por tanto, os digo: "Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá", pues a quien pide se le da, quien busca halla, y a quien llama se le abre la puerta.
¿Qué padre, a su propio hijo que le pide un pan, le pondrá en la mano una piedra?, ¿qué padre dará a su hijo una serpiente en vez de un pez asado? Un padre que se comportase así con su prole sería un sinvergüenza. Ya lo he dicho, pero lo repito para moveros a sentimientos de bondad y confianza. Así pues, si uno que estuviera en su sano juicio no daría un escorpión en vez de un huevo, ¿cómo no os va a dar Dios con mucha mayor bondad lo que pidiereis?: en efecto, Él es bueno, mientras que vosotros, por el contrario, en más o en menos, sois malos. Pedid, pues, con amor humilde y filial vuestro pan al Padre.
   

"Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores"

Hay deudas materiales y deudas espirituales; las hay también morales. Deuda material es la moneda o la mercancía que deben restituirse por haber sido prestadas. Deuda moral es la estima arrebatada y no correspondida, el amor querido y no dado.
Deuda espiritual es la obediencia a Dios, de quien se exige mucho dándole bien poco, y el amor a Él. Dios nos ama y se le debe amor, como se debe amor a una madre, a la esposa, al hijo, de quienes se exigen muchas cosas. El egoísta quiere tener, pero no da. Pero el egoísta está en las antípodas del Cielo. Tenemos deudas con todos: desde con Dios hasta con el esclavo, pasando por los familiares, los amigos, el prójimo en general, y los que están a nuestro servicio (pues todos éstos son en el fondo iguales que nosotros). ¡Ay de quien no perdone, porque no será perdonado! Dios no puede, por justicia, condonar la deuda que el hombre tiene para con Él, santísimo, si el hombre no perdona a su semejante.

"No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del Maligno"

El hombre que no ha sentido la necesidad de compartir con nosotros la cena de Pascua me preguntó hace menos de un año: "¿Cómo? ¿Tú pediste no ser tentado?, ¿en la tentación pediste ayuda contra ella?". Estábamos nosotros dos solos. Le respondí. Luego - esta vez éramos cuatro - en una solitaria región, repetí la respuesta; pero todavía no fue suficiente, porque en un espíritu inamovible es necesario demoler la funesta fortaleza de su obcecación para abrirse paso; por tanto, lo seguiré diciendo, una, diez, cien veces, hasta que todo se cumpla.
Vosotros, sin embargo, que no estáis acorazados dentro de infaustas doctrinas y aún más infaustas pasiones, orad así.
Orad con humildad para que Dios impida las tentaciones. ¡Ah, la humildad! ¡Conocerse como uno es! Sin deprimirse, pero conocerse. Decir: "Soy juez imperfecto de mí mismo y, aunque no me lo parezca, podría ceder. Por tanto, Padre mío, tenme, si es posible, libre de las tentaciones; tan cerca de Ti que no permitas al Maligno que me dañe". Debéis recordar, en efecto, que no es Dios quien tienta al Mal, sino que es el Mal el que tienta. Rogad al Padre para que sostenga vuestra debilidad, de forma que no pueda el Maligno introducirla en la tentación.

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