PREGUNTA
Pido me explique qué significa el
pecado imperdonable, el pecado contra el Espíritu Santo. Muchas gracias.
RESPUESTA
Todos los pecados tienen perdón de Dios, menos uno: el pecado contra el
Espíritu Santo. “Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a
los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada” (San
Mateo 12, 31)
¿Cuáles son los pecados contra el Espíritu Santo?
Para una mejor comprensión del tema, conviene indicar desde luego cuáles
son los pecados contra el Espíritu Santo, según el Libro de las Sentencias
de Pedro Lombardo (2 d.43), que Santo Tomás recoge y analiza, y antiguamente se
enseñaban en las clases de catecismo (cf. F. X. Schouppe S.J., Curso
Abreviado de Religión, Bouret, México, 1906, p. 439):
Los pecados contra el Espíritu Santo son seis: 1) desesperación de la
salvación; 2) presunción de salvarse sin merecimientos; 3) negar la verdad
conocida como tal; 4) tener envidia o pesar de la gracia ajena; 5) obstinación
en el pecado; y, 6) impenitencia final. La referida obra añade que se llaman
pecados contra el Espíritu Santo “los pecados de pura malicia, que siendo
directamente opuestos a la misericordia de Dios y a la gracias del Espíritu
Santo, hacen muy difícil la conversión”.
Expliquemos...
La blasfemia no es solamente con palabras, sino también y sobre todo con
hechos. ¿Quién blasfema? Quien no se siente necesitado de Dios, quien no se
siente pecador o se cree sin pecado, cerrarse al llamado de Dios a la
conversión, endurecer el corazón a tal punto que a la persona no le interesa
Dios.
Santo Tomás observa que la voluntad se inclina al mal de diversas
maneras: “A veces ocurre por falta de la razón, como cuando uno peca por ignorancia;
mas a veces por el impulso del apetito sensitivo, como cuando peca por pasión.
Mas ninguna de estas dos cosas es pecar por pura malicia; sino que sólo
peca uno por pura malicia cuando la voluntad por sí misma se mueve al
mal” (I-II, q.78 a.3 c.).
Aquí está lo que define a los pecados contra el Espíritu Santo: son los
que se cometen por “pura malicia”, no simplemente por ignorancia
o pasión.
Como éste es un concepto fundamental para la comprensión de la materia,
conviene desmenuzarlo.
Santo Tomás usa, en latín, la expresión certa malitia, que el
padre Schouppe traduce bien por pura malicia. En efecto, el
primer sentido de la palabra certa, en latín, indica aquello que está
perfectamente decidido, resuelto y determinado en nuestro
espíritu. Por lo tanto, el pecado cometido con certa malitia no es el
pecado cometido por debilidad, ignorancia o pasión, sino el que es cometido con
perfecta adhesión de la voluntad al mal que envuelve el pecado.
Tenga el lector la bondad de releer la frase de Santo Tomás citada al
inicio de este tópico, para ver si le quedó claro. Añado apenas,
colateralmente, que la ignorancia no siempre excusa de pecado, pues ella
puede ser culposa, y en ese caso tendremos lo que Santo Tomás llama pecado
por ignorancia.
Comprendida, pues, la noción de certa malitia o pura malicia, podemos
mostrar cómo ella está presente en los seis pecados que el Catecismo nos
presenta como pecados contra el Espíritu Santo.
La malicia de los pecados contra el Espíritu Santo
1) Desesperación de la salvación;
2) presunción de salvarse sin merecimientos — Dice Santo Tomás: “El hombre, en efecto, se
retrae de la elección del pecado por la consideración del juicio divino, que
conlleva entremezcladas justicia y misericordia, y encuentra también ayuda en
la esperanza que surge ante el pensamiento de la misericordia, que perdona el
mal y premia el bien; esta esperanza la destruye la desesperación.
El hombre encuentra también ayuda en el temor que nace de pensar que la
justicia divina castiga el pecado, y ese temor desaparece por la presunción,
que lleva al hombre al extremo de pensar que puede alcanzar la gloria sin
méritos y el perdón sin arrepentimiento” (II-II, q.14 a.2 c.). Este rechazo
de la justicia y misericordia divinas implica una pura malitia certa,
pues son dos atributos divinos que nadie desconoce.
3) negar la verdad conocida como tal;
4) tener envidia o pesar de la gracia ajena — Dice Santo Tomás: “Los dones de Dios que nos
retraen del pecado son dos. Uno de ellos, el conocimiento de la verdad, y
contra él se señala la impugnación a la verdad conocida, hecho
que sucede cuando alguien impugna la verdad de fe conocida para pecar con mayor
libertad. El otro, el auxilio de la gracia interior, al que se opone la
envidia de la gracia fraterna, envidiando no sólo al hermano en su
persona, sino también el crecimiento de la gracia de Dios en el mundo”
(loc. cit.). Posiciones de alma que, una vez más, implican evidentemente malitia
certa.
5) obstinación en el pecado; y, 6) impenitencia final — Dice Santo Tomás: “Por parte del pecado, son
dos las cosas que pueden retraer al hombre del mismo. Una de ellas, el desorden
y la torpeza de la acción, cuya consideración suele inducir al hombre a la
penitencia del pecado cometido. A ello se opone la impenitencia,
no en el sentido de permanencia en el pecado hasta la muerte, [...] ya
que en ese sentido no sería pecado especial, sino una circunstancia del pecado;
aquí, en cambio, se entiende la impenitencia en cuanto entraña el propósito de
no arrepentirse. La otra cosa que aleja al hombre del pecado es la inanidad y
caducidad del bien que se busca en él, a tenor del testimonio del Apóstol:
«¿Qué frutos cosechasteis de aquellas cosas que al presente os avergüenzan?»
(Rom. 6, 21). Esta consideración suele inducir al hombre a no afianzar su
voluntad en el pecado. Todo ello se desvanece con la obstinación,
por la que reitera el hombre su propósito de aferrarse en el pecado” (loc.
cit.).
Una vez explicadas las diversas formas que asumen los pecados contra el
Espíritu Santo, nos faltaría mostrar en qué sentido se dice que ellos son
imperdonables. Pero el espacio se acabó... y queda para el próximo mes.
Mientras tanto, pidamos a la Santísima Virgen, Madre de Misericordia,
Auxilio de los cristianos y Refugio de los pecadores, que nos dé la gracia de
no caer en cualquiera de esos pecados monstruosos que, como advirtió Nuestro
Señor Jesucristo, son imperdonables.
Blasfemias contra la Santísima Trinidad
“Otros —explica Santo Tomás— lo
entienden de otra manera, diciendo que hay pecado o blasfemia contra el
Espíritu Santo cuando se peca contra el bien apropiado al Espíritu
Santo, al cual se le apropia la bondad, como al Padre el poder y
al Hijo la sabiduría. Según eso, dicen que hay pecado contra el Padre
cuando se peca por debilidad; contra el Hijo, por ignorancia; y contra el
Espíritu Santo, por pura malicia” (Suma teológica IIª-IIæ, q.14 a.1,
c). El concepto de pura malicia fue y lleva en sí un pecado
cometido con perfecta adhesión de la voluntad al mal, no simplemente por
ignorancia, debilidad o pasión.
Aquí ya se comienza a comprender que, en el pecado contra el Padre (por
debilidad) o contra el Hijo (por ignorancia), el pecador se deja conducir más
fácilmente al arrepentimiento, y de éste al pedido de perdón, mientras el
pecado contra el Espíritu Santo (por malicia) lleva a la obstinación en el
pecado, y por lo tanto al rechazo del perdón. ¡No es Dios que no quiere
perdonar; es el pecador que no quiere arrepentirse y, consecuentemente, ser
perdonado!
Los milagros espirituales también ocurren...
Santo Tomás compara el pecado contra el Espíritu Santo a una enfermedad
incurable: “Sucede algo análogo a lo que se dice de una enfermedad que por
su misma naturaleza es incurable, porque no hay base de recuperación, sea
porque se destruye la virtud de la naturaleza, sea porque causa náuseas de la
comida o de la medicina, aunque esa dolencia pueda curarla Dios. Así sucede con
el pecado contra el Espíritu Santo. Se dice de él que es irremisible por su
naturaleza, en cuanto que excluye lo que causa la remisión del pecado [esto
es, el arrepentimiento y el pedido de perdón]. No queda, sin embargo,
cerrado del todo el camino del perdón y de la salud a la omnipotencia y
misericordia de Dios, la cual, como por milagro, sana a veces [aliquando]
espiritualmente a esos impenitentes” (Suma teológica IIª-IIæ, q.14
a.3, c.).
Así, Dios manifiesta su omnipotencia misericordiosa, convirtiendo al
pecador como que a rebeldía de la obstinación de éste... Pero Santo Tomás
observa que eso se da apenas a veces, para mostrar cuán raramente
ocurre; como raros son también los milagros de carácter físico. En general, prevalece
la tesis de la irremisibilidad de los pecados contra el Espíritu Santo, según
el texto de San Mateo citado al inicio.
De ese modo, la aparente contradicción se resuelve.
¡La Antigüedad pagana ya versaba sobre estos temas!
Alguien podría pensar que tales puntos de la más genuina teología
católica eran desconocidos por los filósofos de la Antigüedad. No obstante, en
más de un punto se ve que Dios fue preparando los pueblos paganos para la
aceptación del cristianismo.
Ahora bien, el mensaje que la Santísima Virgen fue portadora en Fátima,
en 1917, era precisamente una alerta para esa pérdida de la noción de pecado,
con la advertencia de que, si los hombres no se enmendasen, grandes castigos se
abatirían sobre la humanidad.
Nadie osará decir que, de entonces para acá, la situación mejoró. ¡Todo
lo contrario! Pero no es propio de la Providencia desalentar a los hombres en
ninguna circunstancia. Por eso, sobre las nubes tenebrosas que se ciernen sobre
el mundo, brilla una luz más brillante que el Sol: la promesa de Nuestra Señora
de que, después de convulsiones de porte universal, ¡habrá un gran retorno de
la humanidad a las vías sagradas de la civilización cristiana y la instauración
del Reino del Inmaculado Corazón de María! La humanidad entonará un gran himno
de alabanza al divino Espíritu Santo, que sofocará el rugido, ya entonces
evanescente, de las actuales blasfemias contra el mismo Espíritu Santo. Así lo
esperamos. Así sea.
http://www.fatima.pe/articulo-530-que-son-los-pecados-contra-el-espiritu-santo
https://www.youtube.com/watch?v=jNdhwLK2DkI